año 1983
Construya
con Nosotros Un Mundo sin Violencia
¿Por qué se insiste en que el trabajo
social más importante es aquél que se orienta hacia el logro de la paz?
Porque se parte de esta disyuntiva sin punto medio: paz
creciente, o destrucción creciente.
Sin embargo,
gracias al equilibrio bélico, se ha podido mantener un largo período de calma
desde 1945 hasta el día de hoy.
Si
se puede llamar “calma” a los tres millones de seres humanos que (según datos
de Naciones Unidas), han sido muertos en estos 15 últimos años, qué sucedería
en caso de producirse un desequilibrio!
De todas maneras, han ocurrido guerras
limitadas y no una destrucción general.
Si toma esa cifra de muertos, más la de inválidos
permanentes y heridos ocasionales, multiplicándolas por padres, hijos, parejas
y parientes sobrevivientes, se encontrará con un número de afectados directos por
acción de la violencia física, que superará la población de varios países
reunidos.
No
será necesario hablar de campos, aldeas y ciudades arrasadas; de éxodos masivos
y poblaciones refugiadas; de hambre, enfermedad y desesperación como
consecuencia directa de la violencia física, para comprender que esa “calma” a
la que se alude, sólo puede respirarse a muchos kilómetros de distancia de los
puntos en conflicto.
A pesar de todo, aun no ha estallado la
tercera guerra mundial.
Así
es. Sin embargo, la teoría del “equilibrio bélico”, permite un crecimiento y no
una disminución del armamentismo. ¿Por qué no ir equilibrando hacia el desarme,
en lugar de lo contrario?
Seguramente, con
el acortamiento de las distancias merced al avance tecnológico, las grandes
potencias necesitan defender zonas cada vez amplias, vitales para sus
intereses.
De
acuerdo a ello, llegará un momento en que no habrá punto en el planeta que no
sea de interés vital para alguna superpotencia. Con ese pretexto, ya podemos ir
despidiendo a la libertad, a la justicia, al derecho y a toda nación que no sea
poderosa.
Eso no es así,
porque aún las naciones pequeñas están lanzadas a la carrera armamentista.
Observe
el mapa de los conflictos armados y verá que estos se multiplican en las
periferias de las potencias. De manera que las productoras de armas parecen
estar muy interesadas en proveer a los “necesitados”, porque el mercado bélico
también está en alza en los países subdesarrollados. Solamente que en ellos, si
aproximadamente el 30% de sus presupuestos anuales se destina a gastos
militares y no a actividades productivas, el empobrecimiento y la deuda externa
tienden a multiplicarse.
Para las
potencias, la actividad armamentista es también un drenaje económico, ¿cuál sería
la ventaja si no se tratara, como dicen, de gastos de defensa?
El
armamentismo es, básicamente, guerra económica en la que un bando trata de
hacer distraer recursos productivos al otro. Ahora bien, todo el material de
rezago u obsoleto, debe ser colocado en otras áreas a fin de resarcir del mejor
modo posible las inversiones realizadas en su momento.
Los
poderosos aumentan su potencial bélico, desarrollan conflictos en la periferia
y generan dependencia económica a su alrededor. Como, por otra parte, los
llamados “puntos de interés vital”, empiezan a ser todos los puntos del mundo,
cada gigante tendrá que custodiarlos directa o indirectamente, por medio de las
armas. Hoy será la propia frontera, mañana el acceso a las vías de
comunicación, luego los mares cálidos, más adelante las fuentes petroleras y de
materias críticas... así siguiendo, hasta llegar al espacio exterior.
Aun suponiendo que
las cosas sean así, no ha quedado demostrado que la guerra total sea
inevitable. Es que a nadie se le ocurriría hoy, apretar el botón sin esperar
respuesta inmediata del agredido.
Efectivamente,
las potencias no desean una guerra total en la cual quedarían destruidas, pero
consideran factible la guerra nuclear restringida. Sin embargo, como el
monopolio atómico es relativamente manejable, nadie está libre accidente que
podría precipitar una potencia menor, ni tampoco del chantaje que un pequeño
grupo estaría en condiciones de ejercer.
Es
cierto, no ha quedado demostrada la fatalidad de la hecatombe nuclear, pero al no
ser una posibilidad remota, toda persona razonable debería actuar a favor de la
posibilidad de paz. Además, de seguir así las cosas, tampoco nadie estará
exento de quedar entrampado en una zona en la que se produzca un conflicto
restringido, o un encuentro convencional como consecuencia del desarrollo
bélico que propician las grandes potencias.
Si consideramos al
aumento armamentista en los mismos términos discutidos hasta aquí, no se ve de
qué manera un grupo de personas o una corriente de opinión, pudieran detenerlo.
No
se trata de voluntarismos personales o grupales. Se trata de las crisis del
sistema que acompañan al desarrollo bélico. Por ejemplo: las deudas podrían no
pagarse y el sistema financiero entrar en colapso; determinados recursos
esenciales, agotarse: las alianzas militares, fracturarse... La asfixia
económica de las poblaciones, puede hacer cambiar el signo del sistema bajo el
cual viven. La violencia, entonces, llegaría a un nivel de contaminación
cotidiano tal, que la seguridad personal se vería disminuida en cualquier
ciudad y a plena luz del día. Terrorismo, delincuencia común, agresión y
arbitrariedad en todos los niveles pueden llevar a las poblaciones a la
explosión social.
En
una crisis generalizada del sistema, los mecanismos de control se fracturan y
los pueblos se orientan en dirección opuesta a los factores que les han
acarreado sufrimiento. Los pueblos son amantes de la paz, pero si sus
gobernantes, ilegítimamente los arrastran al conflicto, aquellos los repudian
también violentamente. No se trata de voluntarismos. La crisis general del
sistema está ligada indisolublemente al desarrollo bélico y, por tanto, se
están creando condiciones de repudio activo hacia el sistema global. El punto
está en que es necesario tomar conciencia y hacerla tomar a otros con respecto
a que las prácticas violentas en todos los campos, son la traducción de la
misma metodología de acción del sistema.
La violencia es
propia de todas las especies animales y forma parte de la naturaleza humana, no
de un sistema de vida particular.
No
es el caso, ahora, de discutir acerca de la supuesta “naturaleza humana”. Tal
idea, se opone al progreso humano. Lo cierto es que la paz es posible en este
momento crítico y en los momentos inmediatamente futuros que se avecinan, si
los pueblos advierten que la violencia es parte de la metodología del sistema.
Consecuentemente, la crisis podrá superarse oponiendo la metodología de la
no-violencia.
Si el mundo
hubiera opuesto la no-violencia al nazismo, hoy estaría de rodillas bajo su
dictadura sangrienta.
De
ninguna manera. Por cuanto la violencia estaba generalizada en aquella época
(casi tanto como en la actual), las dictaduras pudieron imponerse. ¿Cómo
podrían los fascismos haberse instalado en medios no-violentos? No se puede
aislar a un fenómeno de su contexto. Si se toma al nazismo una vez desarrollado
y se le opone luego un medio no-violento, se equivoca el planteo
intencionadamente. Las cosas son a la inversa: en un medio no-violento, las
dictaduras no pueden desarrollarse.
De acuerdo a esa
idea, la no-violencia está fuera de contexto por cuanto el medio es ya
fuertemente violento.
En
principio así es, pero como la crisis general se acentúa y ya peligra de modo
evidente la seguridad de los pueblos, vastas capas humanas se pliegan a los
movimientos de paz casi instintivamente. Estamos, en ese sentido, en una etapa
verdaderamente nueva. Si se tiene en cuenta en Europa, incluyendo a la
U.R.S.S., a los millones de personas movilizadas a favor de la paz; si se
considera a los 700.000 manifestantes en Nueva York (todo ello en el año 1982),
se verá claro que un nuevo estado de cosas se está entreviendo en la conciencia
colectiva. Y son esas manifestaciones las que han presionado a los belicistas a
reconsiderar posiciones. Desde luego que tales expresiones han resultado
inorgánicas, pero debe reconocerse que han terminado arrastrando tras de sí a
los formadores de opinión y aún a los líderes políticos y religiosos. Resulta
evidente que se están polarizando fuerzas, a favor de la paz.
Supongamos que se
quisiera lograr un cambio de situación global en base a la no-violencia ¿qué se
debería hacer?
Debemos
responder como antes: no se trata de actitudes voluntaristas de individuos o
grupos. Es inevitable que la crisis general del sistema, esté acompañada por el
fortalecimiento de los movimientos pro paz, de tal modo que a partir de la
presión social éstos comiencen a determinar la orientación de los estados, en
dirección opuesta a la que hoy llevan.
En
cuanto a la participación en tal corriente, hay dos actividades a tener en
cuenta: el esclarecimiento y la movilización. Es decir: esclarecerse,
esclarecer a otros sobre el problema y simultáneamente, movilizar al medio en
el que uno vive, en la dirección de la paz.
Pocas
personas saben cuántos millones de dólares se gastan en armas por minuto. Pocas
conocen las toneladas de explosivos distribuidas per capita, entre los 4.300
millones de habitantes del planeta. La mayoría ignora cuántos hospitales,
escuelas, universidades y centros de investigación pueden levantarse con el
presupuesto de armas. Sólo unos pocos especialistas reconocen la cantidad y
calidad de alimento (en todo caso fenomenal), que puede producirse con tales
capitales: las áreas no fértiles y las erosionadas que son pasibles de ser
recuperadas. Y desde luego que aun no se ha despertado completamente una
conciencia ecológica que con el tiempo contribuirá a desterrar el crimen contra
el ser humano y la naturaleza. Crimen alimentado especialmente por la voracidad
de los círculos belicistas, indiferentes a la contaminación radiactiva y
química.
El
impulso que se dará a las zonas menos favorecidas el día que, efectivamente,
las armas sean fundidas en herramientas de progreso, es algo aun no tenido en
cuenta por el ciudadano medio, al cual deliberadamente se le ha retaceado este
tipo de información.
Por
último, tampoco se han hecho esfuerzos para dar a conocer a las poblaciones
cuánto más alto sería su ingreso, cuánto mejor su calidad de vida, cuánto más
despejado su horizonte en seguridad y posibilidades, si el armamentismo
estuviera declinando.
Esclarecer
con estos tópicos, informando concretamente al medio en el que uno trabaja y
vive; hacer tomar conciencia en base a datos precisos a las colectividades
políticas y religiosas en las que uno participa; trabajar para que tales
informaciones se difundan por todo vehículo adecuado, es hacerlo a favor de la
paz.
Y en
cuanto a la movilización de capas cada vez más amplias de la sociedad en la
dirección propuesta, todo aquello que las oriente organizadamente en acciones
concretas y con una metodología no-violenta, es factor a tener en cuenta para
la formación de un frente social en desarrollo.
Muy bien,
esclarecimiento y movilización. ¿Cómo se implementa todo eso de una manera
sostenida y efectiva?
En
base a organización. Una organización que esclarezca sobre las grandes lacras
de la humanidad: la violencia física, la violencia económica, la violencia
racial y la violencia religiosa. Una organización que cree centros de
comunicación directa (no intermediada como lo hacen los medios de difusión).
Por último, una organización que permita a cada persona comunicarse consigo
misma y que enseñe a desarmar la bomba de violencia que cada ser humano lleva
en su interior.
Así
es que se requiere una estructura que sea montada en base a centros de
comunicación directa entre las personas y en la cual cada partícipe pueda
asumir una nueva postura frente a la vida inspirada en la no-violencia. Esa
organización, debe ser apta para orientar a capas cada vez más amplias de la
población, en frente común contra la violencia. Por lo demás, debe ser
construida en el medio en que se desarrollan las actividades cotidianas. El
medio laboral, profesional, estudiantil y el medio habitacional y de relación:
el barrio, la población, la familia y el grupo de compañeros.
Sin
duda que en todo medio en que se desarrolla el trabajo diario, aparecen
distintas manifestaciones de opresión y violencia. Es en esos ámbitos, donde
mejor se puede esclarecer y movilizar en contra de la violencia física,
económica, racial y religiosa. El ideal mayor y de más largo alcance, es el
logro de una sociedad de paz, pero cada medio particular ofrece posibilidades
concretas de acción para el esclarecimiento, la movilización y la suma de
voluntades en la misma dirección. Muy frecuentemente, se llega a conclusiones
generales desde los casos particulares. Por ello, es desde el lugar de actividad
cotidiana, mediante la prédica y la acción no-violenta en contra de la
injusticia que se sufre, desde donde (por la acción), comienza a comprenderse
los problemas generales que vive una sociedad y, por último, toda la humanidad.
Porque el ideal del mundo de paz, comienza a efectivizarse en la práctica y en
el compromiso diario con el medio en que a cada cual le toca vivir y en el cual
cada uno debe luchar por lograr transformaciones positivas.
Según lo
explicado, hay que distinguir dos niveles: el del pacifismo en general y el de
la no-violencia en el ámbito cotidiano.
El
pacifismo como actitud espontánea, frente al hecho armado de la guerra, es un
buen comienzo. Sin embargo, las manifestaciones en ese sentido, resultan
inorgánicas si no están acompañadas por la lucha en pos de la justicia, la
antidiscriminación y la hermandad internacional de todos los pueblos. Las masas
que concurren a expresarse en contra de la bomba, luego se disgregan y cada
cual regresa a su casa y a reemprender sus actividades cotidianas, como si en
ellas existiera un mundo apartado del gran problema. Es este salto que se
produce entre el pacifismo genérico y la acción cotidiana, el que se debe
resolver de un modo coherente.
La
no-violencia, es la metodología de acción del pacifismo, por tanto, la mejor
herramienta para la liberación del sufrimiento social. La no-violencia trabaja
con el “vacío”, impulsando la denuncia, el repudio, la no cooperación con la
violencia y, por último, la desobediencia civil frente a la injusticia institucionalizada.
El
pacifista espontáneo, ingenuo o sentimental, llegará necesariamente a adoptar
los métodos de la no-violencia, en la medida en que se profundice la crisis
general del sistema. Si el pacifismo inicial aspira a un mundo sin guerra, la
no-violencia hace progresar tal ideal hasta convertirlo en el de humanización
de la Tierra. Esta humanización, sin embargo, debe comenzar en el medio
inmediato de cada cual, de un modo efectivo, sostenido y, por consiguiente,
organizado.
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